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La muerte, maestra de vida

miércoles, 19 de noviembre de 2008
No pretendemos asustar a nadie, al hablar de la muerte. Vamos a considerarlacomo maestra de vida, vamos a decirle que nos enseñe a vivir. Será una maestrasevera, pero nos dice la verdad. Aunque sólo fuera para que no nos ocurraaquello de: ¨cuando pude cambiar todo, arreglar todo, no quise hacerlo; y,ahora que quiero, ya no puedo”. Vivir como si fuera hoy el último día de mi vida, es una fantástica forma devivir. A la luz de este último día debiéramos analizar todas las decisionesgrandes y pequeñas de la vida. Ahora nos engañamos, hacemos cosas que no nosperdonaremos a la hora de la muerte. Simplemente analiza esto: Si hoy fuera elúltimo día; ¿qué pensarías de muchas cosas que has hecho hasta el día de hoy?
En ese último día pensarás de una forma tan radicalmente distinta del mundo, deDios, de la eternidad, de los valores de esta vida. Si nosotros no pensamos en la muerte, ella sí piensa en nosotros. Dios nos hadado a cada uno un cierto número de años, y, desde el día que nacemos, comienzaa caminar el reloj de nuestra vida, el que va a contar uno tras otro todos losdías, el que se parará el último día, el de nuestra muerte. Este reloj estácaminando en este momento. ¿Me encuentro en el comienzo, a la mitad, cerca delfinal? ¿Quizá he recorrido ya la mitad del camino? Si alguna vez he visto morir a una persona, debo pensar que por ese trancetengo que pasar yo también.
La muerte no respeta categorías de personas: muerenlos reyes, los jefes de estado, los jóvenes, los ricos y los pobres. Como decíahermosamente el poeta latino Horacio: “La muerte golpea con el mismo pie laschozas de los pobres y los palacios de los ricos”. Hay una fecha en el calendario, que sólo Dios conoce, no la conocemos nosotros.
La muerte no avisa, simplemente llega. Podemos morir en la cama, en lacarretera, de una enfermedad..., algunos hemos tenido accidentes serios;pudimos habernos quedado ahí. La muerte sorprende como ladrón, según la comparación puesta por el mismoCristo hablando de la muerte. No es que nos pongamos pesimistas. Él quería queestuviéramos siempre preparados. Sus palabras exactas son: “Vigilad, porque nosabéis el día ni la hora; a la hora que menos penséis, vendrá el Hijo delHombre”.
El ladrón no pasa normalmente tarjeta de visita; llega cuando menos se piensa. Nadie de nosotros tenemos escrito en nuestra agenda: “Tal día es lafecha de mi muerte y la semana anterior debo arreglar todos mis asuntos,despedirme de mis familiares, para morir cristianamente”. Puesto que hemos de morir sin remedio, no luchemos contra la muerte sino afavor de la vida. Si hemos de morir, que sea de amor y no de hastío.

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