En medio del alboroto de la vida por fuera y de la negra desesperación por dentro, siempre es posible hacerse a un lado y esperar a Dios. Así como hay calma en el ojo del huracán y un cielo despejado por sobre las nubes, así también es posible abrir un pequeño claro-en la jungla de nuestra voluntad humana-para una cita con Dios. Él estará allí sin falta, aunque no podemos prever de qué manera o en qué circunstancias-se nos aparecerá, acaso tras nubes de gloria o vestido como un mendigo, o en la pureza del desierto, o en la miseria mugrienta del Soho londinense o del Times Square neoyorquino.
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